lunes, 17 de septiembre de 2012

Bajtín y la cultura popular de la Edad Media y el Renacimiento: sus aplicaciones teóricas en la literatura moderna


En el libro La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, la hipótesis de Bajtin es que existió una cultura antigua popular que se caracterizaba por su comicidad, cuyos testimonios se conservarían en los ritos y fiestas carnavalescos. El carnaval tendría rasgos del juego y el teatro: sin diferencia entre espectadores y actores y representaciones que disolvían los límites entre muerte y resurrección. La cultura popular habría generado una lengua propia, que refiere una parodia de la vida ordinaria, una cosmovisión que reúne la risa del pueblo.
     Este trabajo ha resultado particularmente atractivo para los investigadores especializados en literatura medieval y del Siglo de Oro (Bubnova: 1987 y Cándano: 2000). En buena medida, La cultura popular constituye un estudio de historia o crítica literaria, con elementos antropológicos que replantearon la importancia del estudio de la fiesta popular. ¿Es, además, un ejercicio de teoría literaria, con pautas de análisis aplicables a un conjunto amplio de obras literarias de diferentes épocas (y no sólo la medieval o renacentista)?
    En primer lugar, el aspecto más evidente de este libro, ya perfilado desde 1941, es la representación de la cultura popular, sostenida en la risa, la inversión y el carnaval, en la obra literaria de Rabelais y, por ende, Cervantes, Shakespeare, Quevedo y casi toda la literatura de la época.
     En segundo lugar, Bajtin retoma la preocupación más apremiante de su obra: la dialogicidad realizada por los usuarios de un conjunto de obras que conforman un género. Es decir, establece la convivencia de géneros canónicos y géneros no canónicos. Los géneros canónicos son aquellos que están resguardados por las autoridades intelectuales que frenan posibles modificaciones. Los géneros no canónicos son aquellos que la cultura popular crea a partir de su intervención en los textos. El procedimiento sería el siguiente: el pueblo conoce los textos institucionalizados pero, en ciertas circunstancias, los rebaja y crea a partir de ellos obras cómicas; es decir, dialoga con el texto, le “responde” con modificaciones paródicas que evidencian la visión del mundo del usuario dinámico que es el pueblo a través del autor individual.
     El carnaval descrito por Bajtin abunda en bobos, bufones, carcajadas, máscaras e inversiones de autoridades: un ritual de profundas raíces latinas fusionadas con las raíces de los pueblos paganos europeos (considero que no es éste el caso de la totalidad de las fiestas de carnaval: por ejemplo, del carnaval indígena). La intervención de lo cómico ritualizado marcaría una dualidad en la percepción del mundo y la vida humana, dualidad visible en la negación momentánea del dogmatismo religioso y eclesiástico, en la negación del misticismo y la piedad. El carnaval resultaría tan ineludible que los espectadores son también, simultáneamente participantes. Bajtin observa en este ritual un principio de renacimiento y renovación pues en él se institucionaliza la abolición de cualquier distancia entre los individuos por medio de una risa colectiva que no distingue entre burlador y burlado.
     La literatura de la época reflejaría gran parte de la naturaleza compleja del humor carnavalesco: de tal manera que, en función de un análisis literario basado en la carnavalización, convendría localizar, en un  texto determinado para el estudio, los conceptos planteados a continuación:
     El “principio de la vida material y corporal”. Se reconoce en la exhibición de imágenes exageradas e hipertrofiadas, alusivas a la satisfacción de las necesidades naturales: comida, bebida, defecación, sexualidad. Dichas imágenes se opondrían a toda separación de las raíces materiales y corporales del mundo, a todo aislamiento y confinamiento en sí mismo, a todo carácter ideal abstracto o de disolución del límite entre lo terrenal y lo corporal.
     “Lo alto y lo bajo”. Rebajar a un individuo de su posición de superioridad crea una imagen que alude a la aproximación, la comunión con la tierra. Al rebajar, se remite a un principio de absorción y de nacimiento de la tierra. Por eso también las alusiones a la parte inferior del cuerpo (el vientre y los órganos genitales), que se concretan en el coito, el embarazo o el alumbramiento, son formas de la parodia medieval para mostrar el renacimiento.
     La “degradación paródica”. Es la prolongación de lo grotesco: apetito, sed, propensión a la abundancia general, conversión del combate en cocina y banquete. Derroca y regenera a la vez.
     Lo grotesco se concreta en imágenes que guardan la noción del tiempo cíclico de la vida natural y biológica, de naturaleza original: ancianas embarazadas, la muerte encinta. Es un cuerpo eternamente incompleto, eternamente creado y creador, un eslabón de la cadena de la evolución, donde el uno entra el otro (exhibir dos cuerpos en uno: uno que da la vida y desaparece y otro que es concebido, producido y lanzado al mundo. El cuerpo grotesco tiene siempre una edad muy cercana al nacimiento y la muerte: la primera infancia y la vejez, el seno que lo concibe y el que lo amortaja.): “La individualidad está en proceso de disolución; agonizante, pero aún incompleta; es un cuerpo simultáneamente en el umbral de la tumba y de la cuna, no es un cuerpo único, ni tampoco son dos; dos pulsos laten dentro de él: uno de ellos, el de la madre, está a punto de detenerse” (Bajtin, 1999: 29-30). La función del grotesco es liberar al hombre de las formas de necesidad inhumana en que se basan las ideas convencionales. El grotesco derriba esa necesidad y descubre su carácter relativo y limitado del hombre: "se esfuerza por expresar en sus imágenes la evolución, el crecimiento, la constante imperfección de la existencia: sus imágenes contienen los dos polos de la evolución, el sentido del vaivén existencial de la muerte y el nacimiento" (52).
     La máscara: negación de la identidad, del sentido único, y coincidencia consigo mismo. Expresión de las transferencias de la metamorfosis, de la violación de las fronteras naturales, de la ridiculización, de los sobrenombres; encarna el principio del juego de la vida, establece una relación entre la realidad y la imagen individual. El complejo simbolismo de las máscaras es inagotable (de ella se derivan la parodia, la caricatura, la mueca, los melindres y la monería). Disimula, cubre la naturaleza de la vida. Las marionetas, la figura del diablo son la expresión de lo inferior y material, sin rasgo terrorífico.
     Según Bajtín, la obra de Franҫois Rabelais tiene como base la cultura del carnaval, y sus lectores contemporáneos reconocieron los elementos constitutivos de dicha obra, la risa de fondo considerada como la resolución de los problemas de la vida y la muerte y la larga tradición de la risa como tema de discusión filosófica (Aristóteles, Hipócrates).
     La cultura popular pone en marcha los mecanismos transformadores de la literatura y el arte en general. La cultura oficial vigila la conservación de los géneros canónicos; pero la cultura popular los modifica de acuerdo con su visión del mundo y de la vida. El escritor, en este sentido, interpretaría, traduciría o concretaría —conviene mantener la metáfora del corifeo para el papel del autor— lo que la cultura popular ya realizaba desde la plaza pública.
     La sistematización de la cultura carnavalesca delineada por Bajtin ha resultado útil en la exploración de textos literarios recientes basados en la inversión del orden en situaciones y personajes fuera de lo “normal” (por ejemplo, Echavarría. 1985: 610-630). Es indudable, además, que el espacio de la fiesta popular, y el carnaval en particular, ejerce una profunda atracción literaria que se ha conservado a lo largo de la historia (Bioy Casares, El sueño de los héroes o Segio Pitol, la "trilogía del Carnaval": La vida conyugal, Domar a la divina garza y El desfile del amor). Así, La cultura popular en la Edad Media se ha convertido en un referente para el análisis y comentario de obras con elementos festivos, alusiones directas o indirectas al carnaval o con una trama estructurada a partir de la fiesta.
     Una vez planteados los principios de la cultura cómica popular, se proponen algunas pautas de análisis aplicables a otros textos de diferentes épocas:

  1. Descripción de las manifestaciones festivas de la novela a analizar: carnaval, comicidad, rituales religiosos, parodias verbales y vocabulario familiar y grosero (insultos, juramentos, lemas populares, etcétera). En esas manifestaciones se cumplirán, con un valor degradante negativo, los principios  delineados por M. Bajtin:

  2. Descripción de los mecanismos de la parodia y localización de los aspectos discursivos de la cultura popular presentes en la obra.

  3. Análisis de lo grotesco: verificar que lo grotesco de la obra carezca de ambivalencia regeneradora.

  4. Para Mijail Bajtin, el escritor es un intérprete de la cultura popular, de la manifestación de la plaza pública. Por eso, la condición para sostener la existencia de la cultura carnavalesca en un texto literario es su justificación como forma de crítica social:
  • ¿Los recursos se refieren al orden social, a la ideología "elevada", al culto religioso oficial?

  • ¿Cuál es el contexto social de la novela?

  • ¿Es posible establecer estas relaciones entre ese contexto y el recurso carnavalesco de la obra?


Bibliografía:

BAJTIN, Mijail, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Franҫois Rabelais, trad. Julio Forcat y César Monroy, Madrid, Alianza, 1999.
BUBNOVA, Tatiana, F. Delicado puesto en diálogo: las claves bajtinianas de ´La lozana andaluza', México, UNAM-IIFL, 1987.
CÁNDANO, Graciela, La seriedad y la risa: la comicidad en la literatura ejemplar de la baja Edad Media, México, UNAM-IIFL, 2000.
ECHAVARRÍA, Arturo, "Los arlequines y «El mundo al revés» en  «La muerte y la brújula» de Jorge Luis Borges", Nueva revista de filología hispánica, 34 (1985), pp. 610-630.

 

domingo, 2 de septiembre de 2012