jueves, 22 de mayo de 2014

UN TEXTO DE TEORÍA LITERARIA BIEN EVALUADO POR CUMPLIR CON LOS CRITERIOS DE EXTENSIÓN, APLICACIÓN DE LA TEORÍA, ORGANIZACIÓN ARGUMENTATIVA Y REGISTRO BIBLIOGRÁFICO. II

La importancia de los grados de indeterminación en la novela de Clemencia


…el lector se encuentra ante la situación
de tener que conseguir un sentido y una verdad,
 sirviéndose para ello del único medio que
 le une con el texto y que es la indeterminación.
(Luis A. Acosta Gómez)


Ignacio Manuel Altamirano fue un escritor mexicano y uno de los más grandes defensores del liberalismo en México del siglo XIX, el cual combatió contra la invasión francesa y escribió en pro de la memoria nacional. En esencia, Altamirano permea en Clemencia los temas del amor, la rebelión liberal y las opiniones de una sociedad en desarrollo en busca de su propia identidad.
A lo largo del texto se pueden observar las estrategias que nuestro autor utiliza para guiar al lector, la táctica de usar al narrador como personaje de la historia le permite dar las pautas necesarias para poder ir entendiendo el texto, es por eso que utilizaré el principio de La estructura apelativa de los textos de Wolfgang Iser para ubicar los momentos de vacíos, cortes, contrastes y comentarios en la obra y esclarecer a través de éstos los puntos de vista del autor para que un lector pueda entender mejor su obra.
Opino que Clemencia es una excelente novela que desarrolla muy bien los grados de indeterminación, la indeterminación nos permite crear nuevas ideas y formular las preguntas necesarias  para que, a través de las acciones de los personajes que suceden a lo largo de toda la obra, logremos crear una conexión entre autor-lector y así no hacer interpretaciones incorrectas durante nuestro proceso de lectura.
Por otro lado, Iser propone que todo texto debe ser estimulante y renacer cada vez que es leído, pero ¿por qué ha de renacer? Se debe gracias al contenido y a la elaboración del texto que no sólo permite el resurgir de los acontecimientos en la historia sino también la actualización de todos ellos. Las interpretaciones que el lector le quiera dar al texto siempre están motivadas hacia la búsqueda de un significado en particular que le sirve como guía para un mayor entendimiento.
Con el texto de Altamirano busco demostrar la importancia de los grados de indeterminación mencionados por Wolfgang Iser que forman parte esencial de cualquier obra para esclarecer en el lector tanto las reacciones del autor como las que produce el texto mismo al momento de ser leído; de causar diferentes reacciones ante las distintas representaciones que le puede dar la sociedad lectora.
Para poder crear un vínculo entre el escritor y el lector es necesario esbozar primeramente la particularidad y esencia del texto para poder causar un efecto en este mismo y posteriormente lograr el crecimiento del texto con la aclaración del contenido. En Clemencia la relación de todos estos elementos logran, en el lector, buenas y variadas interpretaciones que Altamirano nos facilita para crear tensión y la posibilidad de imaginarnos finales distintos.
¿Pero cómo ha de lograr, Altamirano, dichas reacciones que al mismo tiempo esclarecen y confunden al lector? Es claro que su intención –conforme va avanzando la novela– es la de mantener la tensión con ciertos vacíos de información que el mismo autor va a ir desenlazando, pero nunca antes de que su lector lo haya hecho primero. Por lo tanto, el propósito será el de conocer cómo se va transformando un texto dependiendo de las representaciones y reacciones que se producen a partir de los objetos del mundo real.
Como menciona Iser, el texto literario, en este caso Clemencia, no puede poseer nada totalmente idéntico a nuestra experiencia, pues aunque nosotros nos sintamos identificados con alguno de los personajes de esta obra sería imposible saber lo que se vivía en ese momento histórico (el de las rebeliones liberales) y por ende no sería coherente el sentirnos parte de elementos que sólo fueron producto de algo meramente creado por el autor; hay cierta realidad, pero en las historias no hay un porcentaje total de ésta.
Es de suma importancia mencionar el origen del pensamiento de Iser, pues éste deriva de lo que significa la teoría de la recepción, en donde ésta da el conocimiento, la incorporación y apropiación del texto literario para una asimilación más profunda, le interesa el efecto que pueda producir un texto en su lector en donde existirá un horizonte de perspectiva que serán aquellas visiones previas que condicionarán un conocimiento hacia el texto, por lo tanto no puede abarcarlo todo.
Así, un texto literario debe garantizar la atención de su receptor y provocar reacciones dentro del mismo. Es por eso que una estructura apelativa en los textos provocará dos tipos de preguntas, en donde se realizarán la preguntas hechas por el texto, para ir resolviendo la trama, y las que a uno, como lector, le irán surgiendo sus propias a partir de un horizonte de perspectiva necesario para desarrollar los conocimientos inconclusos, ya sea del texto o de uno mismo.
La obra literaria no es como tal la liberación del autor pues en el momento en el que existe alguien que pueda leer la obra se podrá modificar invariablemente  la intención del texto, ya que al ser leído en diferentes épocas los comportamientos de recepción serán igualmente distintos sin perder su significación principal

La teoría de la recepción… tiene la cualidad de poner en contacto a dos elementos no relacionados previamente entre sí; por un lado, el factor emisor de quien parten los signos dotados de contenido significativo y, de otro, el factor receptor que los recibe, comprende y, dado el caso, interpreta[1].

Hablando ya más plenamente de los grados de indeterminación que son todas aquellas preguntas que surgen durante y al finalizar el texto; exigiendo la actividad del lector de completar la información y con esto diferenciar los objetos literarios de los objetos reales para no caer en interpretaciones abigarradas son esenciales para crear una conexión entre el autor y el escritor, situación que Altamirano refleja perfectamente en la novela de Clemencia.
Daré inicio con los vacíos que son aquellos que tienen que ser llenados por el lector con el fin de producir una experiencia armónica visual. Es importante que a todo vacío le demos un sentido constitutivo con el fin de recrear la obra en donde “…la determinación de las perspectivas chocan una con otra”[2], por ejemplo:

Una noche de diciembre, mientras que el viento penetrante del invierno, acompañado de una lluvia menuda y glacial, ahuyentaba de las calles a los paseantes, varios amigos del doctor L… tomábamos el té cómodamente abrigados en una pieza confortable de su linda aunque modesta mesa.[3]

     Desde el principio de la novela Altamirano nos deja un vacío, el nombre del doctor nos es desconocido lo que nos obliga a crearnos uno, así empieza un proceso de lectura en donde el lector activo hace su parte para interpretar y completar, como si se apropiara del texto, lo que el autor muestra. Esto quiere decir que en la obra literaria se producirán dichos vacíos para obligarnos como lectores a poner atención a los datos faltantes.
     Toda representación que creamos a partir del texto deja de ser ficticia en el momento en el que la leemos y la volvemos una realidad, sólo así es capaz de construirse –dentro  de la novela– un mundo vital, por ejemplo, en las acciones de los personajes podemos llegar a sentirnos identificados por el hecho de seleccionar acontecimientos, a partir de nuestra experiencia, que nos hacen imaginarnos si haríamos o no lo que los protagonistas deciden con respecto a la representación de un contexto social que crea Altamirano.
     En el siguiente caso el narrador nos da la pauta de lo que vive Clemencia, por ser él quien se dirija a nosotros, pero dentro de su pauta plantea a la vez una duda; elemento esencial en los grados de indeterminación que ofrecen como tal preguntas y orientaciones al lector, y dice:

El baile se concluyó pronto, Clemencia no estaba contenta ya. ¿Temía por Enrique? ¿Temía por Fernando? ¡Quién sabe! Lo probable es que temía por cualquiera de los dos, pues bien sabía que ella era la causa de lo que iba a suceder.[4]

     El narrador hace preguntas sobre lo que pensaba Clemencia acerca de los hombres con los que se había relacionado, pero a la vez nos hace la pregunta a nosotros con ese efecto de vacío y con el propósito de que como lectores completemos la acción que tal vez  tenga o no desenlace posteriormente. El autor ya tomó en cuenta todas las perspectivas posibles que el lector también se va a crear al leer el texto, que debe comprometerse con el hilar de ideas imaginarias.
     Dicha situación nos obliga a escoger entre lo que nos ofrece nuestra experiencia o lo que nos ofrece el texto para resolver el vacío. Un vacío no significa como tal un acontecimiento nulo o negativo, al contrario, funciona como un motor para la contribución del lector, pero a la vez no se debe ni se trata de llenar un vacío con  lo que sea sino que se le debe asignar un significado determinado y complementario.
     Otro grado de indeterminación son los cortes que son conocidos como las interrupciones que pueden manteneros atentos y en tensión dentro de cada una de las líneas de acción. Puede suceder que un corte nos deje de proporcionar una información posterior, por su forma tan tajante, para pasar a otra línea de acción sin concluir el primer acontecimiento, pero dicha información inicial  puede aparecer más adelante con un desenlace o con otra interrogativa para seguir manteniendo la tensión.
      Un corte muy importante para la construcción de la trama de la novela es cuando unos oficiales advierten, en la una actitud de Fernando Valle, un semblante extraño:

–Evidentemente, este muchacho escondía un proyecto siniestro, estaba inspirado por una ambición colosal, andaba su camino, y quién sabe… él quería subir y aparentaba servir a la República como un medio de llegar a su objeto. No era, pues, un patriota, sino un ambicioso, un malvado encubierto[5]

     Es esencial para la trama dicho corte, pues el escritor quiere que atendamos las líneas de acción que, conforme vamos leyendo, vamos descubriendo la realidad de una actitud que no poseía Fernando Valle sino Enrique Flores. Aquí es cuando nos colocamos en el mismo lugar de los oficiales y caemos en el error, pero es gracias al desenlace de la trama que los personajes de la obra y nosotros mismos nos damos cuenta de la verdad; sí había un traidor y desde el principio de la novela Altamirano nos lo plantea.
     Aunque aquí se pudo resolver el corte no en todos los casos sucede lo mismo ni se consigue completar la significación porque a veces la novela posee, como dice Iser, un final forzado por el simple hecho de que deben tener un final y así

No se resuelve una de las cuestiones más complicadas de un acto de concretización; a saber, en primer lugar, si la forma como el lector realiza los actos de determinación es la pertinente y, en segundo lugar, si los resultados conseguidos son los adecuados… el lector se encuentra ante la situación de tener que conseguir un sentido y una verdad, sirviéndose para ello del único medio que le une con el texto y que es la indeterminación[6].
     
     Esto no quiere decir que un corte sea un elemento negativo sino que gracias a este se pueden crear varios sentidos en la obra gracias a los elementos de indeterminación. Tanto las reflexiones como las preguntas nos aportan peculiaridades del texto que no son notadas a simple vista, pero es importante recalcar que el texto literario no crea realidades o algún sentido en específico sino que el lector asigna las verdades y los sentidos pertinentes.
     Posteriormente el siguiente corte permitirá que más adelante se resuelva la mala reputación que tenía Fernando Valle y que también salga a la luz la más grande desgracia amorosa en el clímax de esta novela y que lleva a Clemencia al arrepentimiento, pues cuando están hablando Clemencia e Isabel esta última le dice:

–De suerte que mi pobre primo tendría que hacerse coger primero por los franceses y conducir a Guadalajara y fusilar en la plaza para que tú le amases después.
–Puede ser que no lo lograra simplemente con eso, Isabel. Yo te digo que no sé lo que quiero precisamente; pero quiero la desgracia, y la desgracia emana de un grande rasgo del corazón[7].

     Si nos damos cuenta al terminar la novela se sabe que Fernando Valle sí es fusilado como lo mencionó Isabel de broma, ¿pero en realidad Altamirano quiso causar este efecto de broma o es que nos da las pautas del final desde antes sin que nos demos cuenta? Efectivamente, Altamirano, nos repleta de pausas durante toda la novela, pausas que se van desenlazando casi hasta el final para que provoque en nuestra lectura reacciones extraordinarias.
     Y sí, cuando Clemencia tiene que sufrir la pérdida de Fernando Valle y la realidad de Enrique Flores ya está implícito, gracias a los grados de indeterminación, que Clemencia se arrepiente profundamente y hasta podemos sentir su agonía ante dicha situación, cuando se esclarece este momento es como si descansáramos ante la idea de que los personajes descubre la verdad que el narrador le hace saber a los lectores previamente, porque ya casi al final de la novela los personajes conocen la verdad y Clemencia dice:

¡De modo que ese infeliz Fernando no era un calumniador, de modo que le hemos ultrajado injustamente, de modo que habrá tenido un infierno en el corazón, y que va a morir asesinado por nuestra crueldad…![8]

     Aquí el corte se ve concluido pues el comentario que hace antes Isabel –acerca del fusilamiento y que parecía no tener sentido– interrumpe la línea de acción que había antes, pero después cobra sentido y en realidad ese comentario es el principio del desenlace de este último corte que nos esclarece todo pues el autor ya sabía lo que sucedería, sin embargo el corte sigue vigente pues hay información que nos sigue sin ser proporcionada y es el destino de Enrique al huir de Guadalajara.
     Después, con la ayuda de los comentarios que son juicos emitidos dentro de la novela para guiarnos a lo largo de ésta; nos permiten indicarnos una perspectiva y así unificar el texto donde el mismo autor nos dice cómo entender el relato. Los comentarios permiten reconocer puntos de vista diferentes a los del autor, gracias a éstos nosotros no sólo leemos una historia sino que logramos un contacto con el autor y nos provoca reacciones que aturdan o inciten a la contradicción.
     El autor se expresa de la siguiente forma con el fin de dejar explicitas las situaciones que está narrando y menciona que

Me he detenido en la descripción del carácter del primero de mis personajes, porque tengo en ello mi idea: deseo que ustedes le conozcan perfectamente y comprendan de antemano la razón de varios sucesos que tengo que narrar[9].


     En este caso el comentario fue hacia la concretización de las características de los personajes para que nosotros nos podamos formar una idea estética de lo descrito, pero también existen comentarios que aluden a la realidad que está viviendo el autor dentro de su entorno en donde puede conseguir una crítica de este mismo para que el lector la evalúe con sus propias experiencias y/o conocimientos intelectuales, por ejemplo, cuando Altamirano dice:

Y a pesar de la bravura de las tropas republicanas, el enemigo triunfó y rechazó a los asaltantes. La estrella de la patria se eclipsaba por entonces, y había llegado los tiempos de la adversidad  . Este ataque a Morelia ocurrió a fines de noviembre de 1863[10].

     El autor expresa con esto su opinión acerca de lo que está viviendo como parte de un escritor de su época, al igual que muestra sus inconformidades ante una patria que se eclipsa en la esclavitud, también, como buen escritor, nos proporciona el lugar y la fecha de los ataques a los que se está refiriendo, es conocedor y quiere a la vez que su lector se informe y que se construya un criterio propio, Altamirano sí nos ofrece una historia de amor, pero también nos introduce a los acontecimientos de su época de manera muy puntual.
     Por último, se sitúan los contrastes, que en esta novela aparecen mucho pues los personajes sufren muchos cambios de fortuna a consecuencia del amor y desamor. Un contraste es aquel que se da en el personaje, como los cambios de fortuna, o en el contexto de una acción, cambiando así los puntos de vista del lector para conducir sus reacciones hacia el fin que busca el autor y éste como tal

…ve al héroe constantemente ante el fondo de una realidad infame, pero así es el mundo también desde la perspectiva del héroe. Tales contraposiciones producen operaciones de nivelación y ya que éstas no están expresadas en el texto mismo, la constitución del sentido se convierte en un acto de lectura[11].

     Los grados de indeterminación permiten la creatividad y la imaginación de los cuadros de acción de los personajes, y en este caso de su comportamiento y de lo que les sucede –bueno o malo– a lo largo de todo el proceso creativo de la lectura. Los contrastes logran crear reacciones en el lector sobre lo que le rodea en el texto, ya que las ideas surgen de repente

…en el acto de lectura reaccionamos sobre algo que hemos producido nosotros mismos; y es precisamente el modo de reaccionar lo que hace patente por qué tenemos la posibilidad de tener la experiencia del texto igual que si se tratase de un acontecimiento real[12].

     Altamirano, a lo largo de Clemencia, construye muchos cambios de fortuna en los personajes, a Enrique lo presenta como un hombre varonil, elegante, respetuoso y con un gran porvenir y resulta que es un cobarde y  traidor de su patria, en el caso de Isabel la muestra como una mujer hermosa, rubia, inteligente, capaz que sólo termina cayendo ante el hechizo de un hombre como Enrique que no vale la pena, es sumisa y al final muy débil.
     Mientras que Clemencia la observamos al inicio como una mujer calculadora, elegante, ambiciosa y firme, pero al final cae ante el deseo y prefiere amar a alguien que no la valorará nunca, es así como ella cae por la misma causa que aborrecía, la de amar a un hombre pretencioso y sin corazón, pero en Fernando ocurre algo peculiar pues él se mantiene en la misma línea de desgracia y desdicha durante toda la novela y lo que quedó fue que

Fernando respiró como si algún enorme peso acabase de quitársele del corazón, después de lo cual apoyó los codos en la mesa y la frente en las manos, dos gruesas lágrimas rodearon por sus mejillas, y murmuró con voz ronca.
– ¡No creía yo que había de morir así![13]

     Aunque al personaje de Fernando Valle le sigue la sombra de la desgracia, él nunca pensó terminar de esa forma, la fortuna lo lleva por caminos inciertos, sufre altibajos y esperanzas, pero al final muerte por el sentimiento del amor, le es fiel a este sentimiento y es presa de una injusticia y aún así el muere con la frente en alto.
     Iser menciona que lo ideal de un texto es que no cumpla con las expectativas pues así mantiene activa la trama y el final resulta ser contundente, lo que sucede con Altamirano y su novela más conocida. Me parece que el proceso de lectura que cada una realiza es elemental para descubrir la formación de nuestro conocimiento dentro de un texto, las consecuencias que surgen de este proceso logran manifestar concretamente nuestro punto crítico de lectores y con eso logramos enriquecer aún más el texto.
     Gracias a los grados de indeterminación uno, como lector, puede esclarecer sus ideas sobre un texto, ya que le permite hacerse preguntas que la obra puede resolverte gracias a los comentarios del autor, gracias a esta estructura en los textos los autores pueden mantenernos en tensión y permitirnos contribuir y ser coparticipes de las tramas con nuestras propias orientaciones de la realidad.
     Sin embargo, es importante tomar en cuenta que las configuraciones que están compuestas dentro de la trama son relaciones que el autor establece con su lector a través de la actualización en la lectura y que dichas indeterminaciones no sería posibles sin la motivación de una opinión exterior y ajena a la significación literaria del texto. La lectura debe permitir la construcción de nuevas asociaciones posibles para mantener viva la intención del autor.
     Opino firmemente que los grados de indeterminación dan como resultado un nuevo estímulo en el lector que lo incitan a mostrarse como un sujeto activo dentro de cada trama que se le va presentando, por consiguiente crean la unificación latente necesaria para expresar la visión de una época en donde el momento histórico influye bastante para que se produzcan reacciones similares, pero no iguales ante la interpretación de un texto.

  


Bibliografía:
ACOSTA GÓMEZ, Luis A., El lector y la obra, Madrid, Editorial Gredos, 1989.
ALTAMIRANO, Ignacio Manuel, Clemencia, México, Editorial Porrúa, 2007
ISER, Wolfgang, “La estructura apelativa de los textos” en Dietrich Rall (comp.), En busca del texto: teoría de la recepción literaria, México, UNAM, 2011, pp. 99-119.




[1] Luis A. Acosta Gómez, El lector y la obra, p.18.
[2] Wolfgang Iser, “La estructura apelativa de los textos”,p.105.
[3] Ignacio Manuel Altamirano, Clemencia, p. 3.
[4] Ibid., p. 80.
[5] Ibid., p. 10.
[6] Acosta Gómez, op.cit., p. 167.
[7] Altamirano, op.cit., p.69.
[8] Ibid., p. 116.
[9] Ibid., pp. 8-9.
[10] Ibid.,pp. 73-74.
[11] Iser, op.cit., p.113.
[12] Wolfgang Iser en Luis A. Acosta Gómez, El lector y la obra, p. 177.
[13] Altamirano, op. cit., p. 114.

UN TEXTO DE TEORÍA LITERARIA BIEN EVALUADO POR CUMPLIR CON LOS CRITERIOS DE EXTENSIÓN, APLICACIÓN DE LA TEORÍA, ORGANIZACIÓN ARGUMENTATIVA Y REGISTRO BIBLIOGRÁFICO. I


La estructura apelativa en El donador de almas de Amado Nervo

Amado Nervo nació en Nayarit en 1870 y murió en 1919 en Montevideo, Uruguay. Su producción literaria estuvo influenciada por los grupos intelectuales de la revista Azul y la Revista moderna, por lo que su obra comúnmente se inserta en el movimiento modernista. Escribió su tercera novela corta El donador de almas en 1899, mismo año en el que apareció, del 9 de abril al 7 de mayo, por entregas en cuadernillos independientes de dieciséis páginas en la revista Cómico. La versión completa apareció póstumamente hasta 1920 en la revista Novela quincenal. Tomo III, número 8; se publicó con ilustraciones de Antonio Gómez, y cornisas, remates y capitulares de Alfonso Garduño[1]. La novela consta de un brevísimo prólogo anónimo, de 22 capítulos y de una dedicatoria a Josefina Tornel seguida de un epígrafe en latín escrito por el mismo Nervo: “Amica in gaudio, soror in tenebris[2]”. 
            En el sucinto prólogo antes mencionado aparece una observación acerca del mérito literario de la novela: “Considerada literariamente, nuestra novela presenta un hábil desarrollo y un diálogo nada pesado. Quien comienza a leerla, acaba con ella en un momento sin parar hasta el fin”[3]. Este comentario, aparentemente  insustancial, encierra una probable hipótesis: partiendo de que en El donador de almas hay una estructura apelativa al lector con una fuerte presencia, considero que mientras más apelaciones al lector –si no más, sí constantes– en un texto literario, es más fácil la recepción, es decir, la lectura se vuelve más rápida pues la atención del lector se ha acaparado y por ello la novela gana movimiento en la narración. En “La estructura apelativa de los textos”, Wolfgang Iser pregunta acerca de los textos literarios: “¿cómo se puede describir lo excitante? Los textos tienen sin duda aspectos estimulantes, que perturban y con esto se causa esa nerviosidad que Susan Sontag quiere designar como el erotismo de las artes”[4]. Entonces, gracias a estos estímulos perturbadores de los que habla Iser podríamos afirmar que el arte es seductor, que envuelve al receptor para no dejarlo ir y retenerlo la mayor cantidad de tiempo posible. Por consiguiente, a la primera hipótesis podríamos agregar que si hay mayor apelación al lector, habrá menos indeterminación y, por tanto, menos participación del lector para descifrar lo expresado en el texto. Lo anterior puede no ser acertado totalmente: en el prologuillo al Donador aparece otra nota interesante: dice el prologuista que en el último capítulo, “allí, lector, Nervo te explicará lo que no hayas comprendido al leer su novela”. De ello, podríamos conjeturar que la apelación constante al lector no es suficiente para que el sentido del texto sea completo, pues Nervo añadió un capítulo más para aclararlo; también, que los editores estaban conscientes de la complejidad de la novela, en cuanto al contenido, no a la forma. Una explicación lógica a la dificultad que supone El donador de almas en esa época es que precisamente trata un tema innovador o poco conocido por los receptores (de aquí se podría estudiar la mala o buena recepción de la novela por parte del público lector en la década de los veinte, asunto que no compete a este trabajo). Ahora, con dos hipótesis establecidas, es conveniente tratar punto por punto para obtener finalmente una idea más esclarecedora acerca de la presencia de la estructura apelativa en El donador de almas y su posible efecto en el lector como individuo.
            Primeramente es necesario definir el término estructura apelativa. Para Iser, el texto literario se caracteriza por su falta de superposición con los objetos del mundo real y las experiencias propias del lector[5]. La tarea del que lee es fijar “la estructura oscilante del texto en significados que, por lo general, se producen en el proceso mismo de la lectura”[6] a partir de un conjunto de herramientas dirigidas implícita o explícitamente a éste, y que comúnmente son más evidentes en la segunda lectura:
En una segunda lectura se está provisto con una información infinitamente mayor sobre el texto […] Esta información adicional es la condición para que se pueda usar, de manera diferente o tal vez hasta de una manera más intensa, las relaciones, no formuladas, entre las diversas situaciones del texto[7].
La estructura apelativa, entonces, está constituida por aquellos recursos formales  de los que se vale el autor para guiar al receptor. La estructura apelativa afecta al conjunto de perspectivas que producen el objeto literario, para hacerlo menos o más claro, dependiendo de la finalidad del autor. En El donador de almas las apelaciones apuntan a esclarecer el objeto literario, como se verá a continuación.
            Una de las características principales de la indeterminación en la literatura, presentes en  la novela de Nervo, es la publicación por entregas. Actualmente si leemos una novela del siglo XIX publicada originalmente  por entregas, la indeterminación que ofrecía el texto no es el mismo pues es posible saber qué va a ocurrir inmediatamente y no después de diez o quince días que tardaba en publicarse el capítulo nuevo. Lo que sí podemos apreciar todavía es la técnica de corte con la que se trabajaba en este tipo de novelas: están divididas en capítulos interrumpidos estratégicamente en “donde se ha formado una tensión que exige una solución o donde se desea saber algo sobre el desenlace de lo recién leído”[8]. El donador de almas sigue esta pauta; el ejemplo más claro de arrastre de tensión se da entre el capítulo “Sor Teresa” y “¿Y ahora…?”; el primero finaliza con el conflicto suscitado por la muerte de sor Teresa: el autor interrumpe la conversación entre Rafael y Alda e inserta un comentario que frena aun más el movimiento que llevaba el relato:

–¡Sepultado! –clamó el doctor en el colmo de la estupefacción.
–Sepultado… y está desorganizándose ya.
–¿Y ahora…? –gimió Rafael.
–¡Y ahora…! –gimió Alda.
Y ahora, el autor da remate al capítulo séptimo de esta cosa que va formando un libraco cualquiera.
La última anotación del autor da término al capítulo estrepitosamente: la narración se paraliza y la tensión se arrastra hasta el capítulo siguiente, en el que se da una solución. Nervo asimismo hace un comentario, ingenioso, muy a su estilo, referido a la publicación por entregas; en el último capítulo se lee:

ZOILO. Pudo usted ahorrarse esta réplica, cumpliendo con su canon de silencio.
ÉL. Suponga usted que la necesitaba para nutrir dos páginas más que completasen la última entrega, y que todo es asunto de regente…  
Este comentario funciona como crítica a la industria de la imprenta o de la edición, pero lo supongo valioso porque no deja de dar luz sobre la publicación de novelas impresas por entregas en aquella época.
            En cuanto a las herramientas formales constitutivas de la estructura apelativa de los textos, Alberto Vital en “Teoría de la recepción”, basándose en los términos teóricos propuestos por Iser, hace un enlistado de ellas: a) vacíos de información, b) comentarios del narrador, c) lugares privilegiados o peritextos, d) marcas de lectura  y e) líneas de acción[9].
El donador de almas no tiene vacíos de información (más adelante se abordará el tema de la indeterminación). El argumento de la novela es sencillo y lineal: tiene un inicio y un fin claros; en el final de la obra, todas las líneas de acción aparecen concluidas en su totalidad, por lo que no hay un final abierto que deje la oportunidad al lector de interpretar algún hueco en la información.  
De la lista de Vital, se puede considerar que las dos herramientas más explotadas por Amado Nervo en su novela son los comentarios del narrador y las marcas de lectura. Los primeros, dice Vital, “sirven para orientar o distraer al lector en cuanto a las intenciones del autor”[10]: en El donador sirven, sin duda, para orientar; verbigracia, “El doctor encendió un segundo cigarro –la sutil penetración del lector habrá adivinado, sin duda, que ya había encendido el primero– y empezó a fumar con desesperación […]” o “Y el doctor se dio un beso… mental. (¿Cómo besarse de otra manera? ¿Sólo las mujeres saben besarse a sí mismas en los labios, a través del mar tranquilo del espejo!)”; para conducir la atención del lector: “En 1890, el lector, si le place, tornará a encontrar al doctor en las circunstancias que enseguida se expresan” o “Mas, como quien bien te quiere te hará llorar, Andrés iba a hacer llorar a Rafael –o mejor dicho, al hemisferio derecho del cerebro de Rafael­– lágrimas de sangre, como verá quien siga leyendo”, y para rectificar la atención: “Dos ojos negros y muy grandes que tenía el doctor, ¿no lo había dicho?”.
A los comentarios del narrador hay que añadir los del autor. A este propósito, Iser considera que los comentarios del autor sirven para guiar y aclarar la historia narrada: “el autor mismo elimina vacíos, pues con sus comentarios desea unificar la concepción del relato. […] El autor mismo le dice cómo debe entender su relato”[11]. El teórico alemán pone como ejemplo el comentario de Dickens a una escena de Oliver Twist, en la que un niño se atreve a pedir una segunda ración de sopa; el comentario del autor apoya el desprecio de los vigilantes del hospicio, lo que causa un extrañamiento en el lector, quien lo desaprueba[12]. Un ejemplo similar en  la novela de Nervo lo encontramos en el capítulo “Fin del mundo”, en el que se describen las peculiaridades de doña Corpus, quien, deseosa del fin del mundo, lo pedía fervorosamente a Dios. Ante tal paradoja, el autor se permite dirigirse al lector y hacerle la siguiente sugerencia: “Suplicamos al lector que no censure a Doña Corpus, en nombre de la libertad de ideas que constituyen la presea más valiosa de nuestro moderno orden social”. A lo largo de la narración, hay una cantidad importante de comentarios hechos por el autor, “de repente, el lector ya no tiene contacto exclusivamente con las figuras de la novela, sino además con un autor que se coloca en el papel de un comentarista entre la historia y el lector”[13]. En El donador de almas incluso se llega a confundir el papel del autor y el del narrador pues a veces da la impresión de que son uno mismo; en el capítulo “El regalo del elefante”, en el que se narra la extrañeza con la que el doctor recibía el alma, Nervo inserta un comentario entre paréntesis que funciona como anécdota y como ejemplo: “(El autor de esta historia preguntó en cierta ocasión a una tonta: “¿Quieres un sueño? ¿Me permites que te regale un sueño?” […])”; igualmente hay comentarios en los que el autor justifica lo que escribe:

Todo el universo estaba dentro de él, estaba en su cerebro. Su cerebro era un huerto cerrado, donde Adán y Eva –Rafael y Alda– se besaban continuamente (perdonando ustedes este antropomorfismo y otros en que ha incurrido y habrá de incurrir el autor)

o “Las lunas de miel, por más que sean tan excepcionales como la de nuestro héroe (clisé que todos los novelistas usan para designar al personaje principal de sus novelas), tienen su cuarto menguante y su conjunción”, y comentarios en los que el narrador hace referencia al autor: “¿Cumplió Alda la promesa hecha a su amado? Juzgamos que sí, porque merced a la omnividencia, que es privilegio del autor, hallamos en una página del diario de Rafael [...]”.
            Otra de los mecanismos dirigidos al lector utilizados por Nervo son las marcas de lectura, “que consisten en todos los elementos útiles para responder a cualquiera de las siguientes cuestiones: 1) ¿quién habla?, 2) ¿dónde ocurren los hechos?, 3) ¿cuándo ocurre? y 4) ¿a quién se habla?”[14]. Para representar el comportamiento de los personajes, de quiénes hablan, Nervo utiliza marcas de lectura en forma de acotaciones casi teatrales, las cuales sirven para ofrecer al lector una imagen completa y rica en elementos que le permitan recrear la escena casi como si la estuviera viendo; por ejemplo, en el capítulo I:   

–¿Quién? –bostezo de malhumorado–. ¿Quién es?
–El señor Esteves.
(Expresión de alegría)

Y en el capítulo “La donación”:

–Pues bien: hace un año, un año, ¿te enteras?, que pienso todos los días, todos los días, ¿te fijas?, en hacerte un regalo. (Aquí el doctor frunció el ceño). Un regalo digno de ti […] (Segundo fruncimiento de cejas del doctor) […].

Dentro de otro grupo, se pueden clasificar las referencias al lector propias del estilo gracioso y ameno de Nervo. Además de que aligeran y dan movimiento a la narración, este tipo de recurso involucra de una manera más profunda al lector; véanse los ejemplos: después de mencionar algunas expresiones en ruso como Dobropojalovat o Spassibo za vasche gosteprumst vo, aparece la siguiente recomendación: (Suplicamos al lector que no intente pronunciar estas frases. Perderían mucho de su encantadora expresión), o en el capítulo “Música celestial”:

–Me estás hablando en griego, Andrés.
–Te estoy hablando en hebreo, Rafael
–No te entiendo, Andrés (juzgamos que el lector tampoco).
Como podemos notar, la novela contiene un compendio vasto de herramientas formales apelativas al lector. Francisco Tovar Blanco hace un enlistado de algunos de los elementos dentro del Donador constitutivos de la estructura apelativa:

fragmentos de un diario íntimo, descripciones objetivas, frases y secuencias líricas, registros científicos, discursos y planteamientos filosóficos, teosóficos o mítico-religiosos, conocimientos astronómicos y astrológicos... Todo ello en su más ajustada mezcla y en su apropiada fórmula moderna[15].

El estilo de Nervo, “que se distingue por su amenidad y humorismo”[16], hace posible la lectura agradable y distendida aun en los capítulos menos narrativos y más discursivos como “Música celestial”, por citar un ejemplo.  
Ahora bien, con lo visto anteriormente se puede afirmar  que la estructura apelativa busca producir un efecto, el cual está condicionado por la indeterminación del texto. Wolfgang Iser se pregunta si la indeterminación representa una condición fundamental para el efecto, y aclara: “Cuanto más pierden los textos en determinación, más fuertemente interviene el lector en la co-realización de su posible intención”[17]. Esto es, una obra con poca determinación siempre va a provocar algo más que una en la que la realidad del texto es casi un espejo de la realidad vital del lector. Para Iser, entonces, la indeterminación es una cualidad intrínseca al texto literario por su falta de superposición con los objetos del mundo real y las experiencias propias del lector. En El donador de almas la indeterminación disminuye debido a los comentarios excesivos del autor para guiar al lector y a la inserción del último capítulo, “Zoilo y él”, que ofrece al lector una explicación sumamente explícita con base en el juego preguntas-respuestas entre dos personajes:

ZOILO. ¿Por qué llama usted a esta historia El donador de almas? Fíjese usted bien: el donador apenas si proyecta su silueta en el libro, y en cuanto a las almas donadas se reducen a una.
ÉL. Hay un derecho incontrovertible, y es el de bautizar. […] Mi nouvelle se llama El donador, en primer lugar, porque así me plugo llamarla, y en segundo, porque al final de ella vive aún quien da, y quien da, lógicamente, puede seguir dando.

La poca actividad que le corresponde al lector del Donador posiblemente conlleve un efecto negativo. Iser lo explica así:

Si la cantidad de vacíos disminuye en un texto fictivo, entonces cae en el peligro de aburrir a sus lectores, ya que los confronta con un grado creciente de determinación orientado ideológica o utópicamente. Sólo los vacíos conceden una participación en la co-ejecución y en la constitución del sentido del suceso[18].

Es imposible, por supuesto, saber con certeza cuál es el efecto producido por El donador de almas en el lector como individuo. Considero que es más bien la apreciación subjetiva de lo que se lee lo que condiciona el efecto, positivo o negativo, en el receptor; es una cierta afinidad que el lector puede o no encontrar en la novela de Nervo, tal como lo anota Francisco González Guerrero: “La prosa de Amado Nervo podrá gustar o no a quien la lea, según que haya afinidad en el lector o solo prejuicios de educación literaria”[19]. Al fin y a cabo, son juicios subjetivos que ni la presencia objetiva de la estructura apelativa determinan.                                                                                              
Como ya había mencionado, considero que la indeterminación en la obra de Amado Nervo radica más bien en el tema, el hermafrodismo intelectual, planteamiento al que Alfonso Méndez Plancarte denomina “pavorosa y exhilarante hipótesis metapsíquica”[20]. Si bien el género fantástico es bien aceptado en la época ya que

el espíritu de las gentes, aún al filo del siglo XX, se alimenta de lo fantástico. No cabe renunciar a las ventajas del dinero, la ciencia o la técnica, deteniendo repentinamente el proceso social o los acelerados logros del conocimiento. Se trata de no esconder el bulto ni negar lo fundamental ante los principios naturales de un mundo enigmático que sigue guardando celosamente el secreto de la esfinge[21]

y Nervo, como menciona Blanco, “se mueve como mejor sabe y puede entre las redes del entramado social, político y cultural del tiempo que le ha tocado en suerte”[22], sin embargo, la tesis central de la novela, para comprenderla, sí demanda complejidad y especialización.
            Para concluir, se puede asegurar que El donador de almas consta de una estructura apelativa con gran dimensión, cuyo objetivo, la mayoría de las veces, es esclarecer el objeto literario, esto es, dirigir al lector hacia un entendimiento preciso y claro del texto; por consiguiente, la novela de Nervo presenta mínima indeterminación; a excepción de los discursos filosóficos, astrológicos y científicos que exponen el innovador tema. La preocupación de Amado Nervo por sus lectores, entonces, se puede percibir gracias a todos los recursos que utiliza para hacer más comprensible la lectura del Donador, desde el comienzo hasta el final:

Este es el cuento de El donador de almas, que he tenido el placer y la melancolía de contaros. Guardadlo en vuestro corazón, y plegue al cielo que cuando la Quimera llegue hasta vosotros la acariciéis con humilde espíritu y en alta contemplación, a fin de que no se aleje y hayáis de amarla cuando parta…
Deo gratias feliciter, amen!     

BIBLIOGRAFÍA
ISER, Wolfgang. “La estructura apelativa de los textos” en En busca del texto: teoría de la recepción literaria. Compilación de Dietrich Rall y traducción de Sandra Franco. UNAM, México, 1987.
GONZÁLEZ GUERRERO, Francisco y Alfonso MÉNDEZ PLANCARTE, edición, estudios y notas. Obras completas. Tomo I. Prosas y II. Poesías de Amado Nervo. Aguilar, Madrid, 1973.
NERVO, Amado. El donador de almas en El libro que la vida no me dejó escribir. Selección y estudio preliminar de Gustavo Jiménez Aguirre. FCE/Fundación para las Letras Mexicanas/UNAM, México, 2006.
TOVAR BLANCO, Francisco. Visiones fantásticas en la prosa literaria de Amado Nervo. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Alicante, 2010. Disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/visiones-fantasticas-en-la-prosa-literaria-de-amado-nervo/html/8ad147db-7d32-41db-b79c-6327ce6637c8_4.html#I_0_
VITAL, Alberto. “Teoría de la recepción” en Aproximaciones. Lecturas del texto. Edición de Esther Cohen. UNAM, México, 1995.





[1] Dos ediciones facsimilares dignas de ser mencionadas se pueden consultar en la red. La primera está editada por la Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/obra/el-donador-de-almas/; la segunda, por un grupo de investigadores auspiciado por el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, disponible en:  http://www.amadonervo.net/narrativa/flash/donador/donador.html  
También se puede consultar la versión en audio en: http://www.descargacultura.unam.mx/app1?sharedItem=864
[2] En español: “Amiga en la alegría, hermana en las tinieblas”.
[3] La edición utilizada a lo largo del trabajo es: Amado NERVO, El donador de almas en El libro que la vida no me dejó escribir. CFE/Fundación para las Letras Mexicanas/UNAM, México, 2006.
[4] Wolfgang ISER, “La estructura apelativa de los textos” en En busca del texto. Teoría de la recepción literaria, p. 99.
[5] Ibidem, pp. 102,103.
[6] Ibidem, p. 104.
[7] Ibidem, p. 106.
[8] Ibidem, p. 108.
[9] Alberto VITAL, “Teoría de la recepción” en Aproximaciones. Lecturas del texto de Esther Cohen, ed., pp, 247-249.
[10] Ibidem, p. 247.
[11] Wolfgang ISER, Op. cit., p. 109.
[12] Ibidem, pp. 110, 111.
[13] Ibidem, p. 110.
[14] Alberto VITAL, Op. cit., p. 248.
[15] Francisco TOVAR BLANCO, “Visiones fantásticas en la prosa literaria de Amado Nervo”.
[16] Francisco GONZÁLEZ GUERRERO, “Introducción” en Obras completas. Tomo I. Prosas de Amado Nervo, p. 33.
[17] Wolfgang ISER, Op. cit., p. 101.
[18] Ibidem, pp. 106, 107.
[19] Francisco GONZÁLEZ GUERRERO, Op. cit., p. 33.
[20] Alfonso MÉNDEZ PLANCARTE, “Introducción” en Obras completas. Tomo II. Poesía de Amado Nervo.  
[21] Francisco TOVAR BLANCO, Op. cit.
[22] Idem.